viernes, 10 de febrero de 2012

Martín Seco: La esquizofrenia del PSOE

Buenas.

Hoy traigo la columna de opinión que Martín Seco publica cada viernes en 'República'. Después de unas cuantas columnas dedicadas a dar cera a la UE, esta vez la dedica al congreso del P (ex-PSOE) del pasado fin de semana. No deja títere con cabeza...

La esquizofrenia del PSOE



En el congreso del PSOE del pasado fin de semana en Sevilla se manifestaron dos partidos socialistas. Pero que nadie piense que aludo a la división entre los partidarios de Rubalcaba y los de Carmen Chacón. No, me refiero a los que aplaudían a rabiar el viernes por la tarde y los que lo hicieron el sábado por la mañana. Sí, ya sé que eran los mismos. He ahí la paradoja. He ahí la esquizofrenia en que se ha instalado el partido socialista.


El viernes se justificaba, enaltecía y vitoreaba los ocho años de zapaterismo. Los delegados dieron una ovación triunfal al ex presidente del Gobierno; sancionaban y ratificaban así su discurso sin la menor autocrítica. Se va convencido de que ha sido el mejor presidente de Gobierno de la democracia. Y es que lo peor de Zapatero es la absurda seguridad en sí mismo, esa especie de inocentona estupidez de que la voluntad lo puede todo.


Su voluntarismo le llevó, sin necesidad alguna y sin que nadie se lo pidiese, a adentrarse en las aguas pantanosas de la modificación del Estatuto de Cataluña, aventura por la que se ha pagado un alto precio en términos de integración territorial, ya que a ese estatuto le siguieron otros muchos cada vez con pretensiones más disparatadas. Si la situación autonómica ya era complicada antes del 2004, la herencia que deja Zapatero es aciaga, incluso dentro de su mismo partido.


Pero es en materia económica y social donde el legado de Zapatero se ha mostrado más destructivo. Una vez ganadas las primeras elecciones, lejos de corregir las medidas económicas y sociales que había adoptado el PP en sus ocho años anteriores, continuó en la misma línea, practicando idéntica política, incluso ahondando más en algunas claramente regresivas como las que se tomaron en materia fiscal: IRPF, Impuesto sobre Sociedades, hasta se llegó a suspender el Impuesto sobre Patrimonio, o se concedió patente de corso para constituir SICAV con fraude de ley.


Zapatero se subió al triunfalismo del anterior Gobierno, vanagloriándose de un crecimiento que era a crédito y que antes o después habría de pagarse con recesión y desempleo. Ni él ni ninguno de su equipo vieron o quisieron ver los desequilibrios que presentaba la economía española y que forzosamente la conducían a la crisis. Es más, cuando esta ya era evidente, de nuevo el voluntarismo le condujo a minimizarla y a considerar que la sortearía con facilidad. Sin la menor idea de economía, asumió directamente el rol de timonel y creyó que podía poner a cualquiera en la vicepresidencia económica para la que, al parecer, no se requerían conocimientos en la materia, sino la plena disposición para asumir y llevar a cabo los designios del jefe.


Con estos mimbres, el desenlace no podía ser más que desastroso. La pobre justificación que esgrime Zapatero y los que hablan en su nombre para justificar las medidas contradictorias y gravemente regresivas tomadas es que había que evitar que España fuese rescatada como Grecia. Es posible que esta fábula, de tanto repetirla, hayan terminado por creérsela. En aquella reunión aciaga de mayo de 2010, lo único que estaba en juego es si la UE ayudaba o no ayudaba a Grecia, y lo único que se puso de manifiesto es la impericia, flojedad en el discurso económico y desconocimiento del juego de póquer que es Europa por parte de los interlocutores españoles, que salieron corriendo ante los primeros envites y aceptaron todas las peticiones sin la menor discusión; conducta que ha constituido la tónica en este largo año y medio.


Pero es que, además, aunque fuese verdad que se vieran forzados a los ajustes por Alemania y por las autoridades comunitarias, lo que en ningún caso les impusieron fueron las medidas concretas que adoptaron, todas ellas reaccionarias al máximo. Los ajustes podían haberse abordado, en lugar de por el lado de los gastos, por el de los ingresos, y, dentro de estos, en lugar de subir el IVA, se podía haber reformado seriamente la imposición directa, tanto en el IRPF como en el Impuesto sobre Sociedades, y acometer una verdadera lucha contra el fraude fiscal. Aun en la crisis hay bastantes ciudadanos y empresas que ganan mucho dinero.


El viernes, los asistentes al congreso daban por buenos y elogiaban la política llevada a cabo por Zapatero; pero he aquí que el sábado esos mismos asistentes aplaudían a rabiar a los candidatos a la Secretaría General cuando criticaban con dureza precisamente esas actuaciones —como si su práctica no tuviera nada que ver con ellos y como si los propios candidatos no hubiesen ocupado puestos de primer orden en la etapa anterior— y cuando proponían todo tipo de iniciativas que en los ocho años de gobierno rechazaron. La esquizofrenia más absoluta. Aunque lo más asombroso es que lo llevan con naturalidad, como la cosa más normal del mundo.

viernes, 3 de febrero de 2012

Chacón como sucesora

Buenas.

De todos es sabido que, tal como ha dicho Rodríguez Ibarra, "Chacón es Zapatero con faldas".

La verdad es que me encantaría que saliese la Chacón (la nueva 'Carmen' de España, por obra y gracia de arañar unos cuantos votos extracatalanes), ya que sería la mejor forma de que el PSOE termine entrando en barrena y por fin reciba lo que se merece después de tanta ignominia y traición a España y los españoles perpertrada por los (des)gobiernos del miserable traidor Zapatero: desaparecer como partido.

Y no es que Rubalcaba esté fuera de toda sospecha, ya que ha sido coautor necesario de todos los desmanes y traiciones de Zapatero durante su etapa de (des)gobierno. Pero es que lo de Chacón ya es de traca: una charlatana de feria, vacua, sin ideas y con el único 'plus' de ser mujer y catalana. Como cuando fue elegida ministra de Defensa (otra de las gracias de Zapatero), pero esta vez sin plus de embarazo.

Ya lo dice Joaquín Leguina en su blog:

Si la alternativa de futuro es –por ejemplo- Carme Chacón (“el final del paganismo y el comienzo de lo mismo”), no es que ellos estén locos, es que nosotros, el resto de los afiliados, si no somos capaces de impedirlo, nos mereceremos el desastre que vendrá de la mano de esta mujer cuya enorme ambición compite en volumen con su desfachatez.
Lo que parece es, tal como apostilla Marcello, que lo que se desea desde el entorno del miserable traidor ZP es que sea Chacón quien salga como 'elegida' para así eludir sus responsabilidades como presidente y para continuar su obra (maldita sea su obra):
[...] nadie sabe de verdad lo que va a pasar hasta que se levante el telón el sábado y termine esta extraña farsa en la que este PSOE post zapaterista –y post/post felipista- no ofrece nada nuevo sino a dos ex ministros y ex candidatos socialistas que en los últimos gobiernos y elecciones acaban de fracasar. De eso no se habla, ni tampoco de pedirle responsabilidades a Zapatero al que además, y para mas escarnio, le aprobarán la gestión de este secretario general y ex presidente del Gobierno que fracasó de una manera estrepitosa en sus dos cargos y que no ha sido capaz de presentar la dimisión. Se quedó, precisamente, para colocar en su sillón socialista a Chacón y para que ella le guarde las espaldas a él, a su funesta herencia y a su clan económico y mediático de poder donde figura el propio marido de la Chacón.
Desde luego, parece mentira que el PSOE haya sido incapaz de buscar a un candidato que le distancie de la oscurísima, miserable y traidora sombra de Zapatero... Congratulémonos, podemos estar en el camino que conduce a la desaparición del PSOE como partido, el más merecido de los finales para un partido que permitió, e incluso aplaudió, los desmanes de sus dirigentes al frente del (des)gobierno de España.

Y, adelantando acontecimientos de cara a las próximas elecciones, si después de todo esto aún queda gente suficiente en España como para hacer ganar al PSOE otras elecciones, es que realmente nos merecemos todos los males que nos ocurran (o al menos se lo merecerían ellos).