Interesante reflexión la que hace José Luis Manzanares en su columna semanal. En este caso, aparte de referirse a unos cuantos de los escándalos que salpican los ámbitos económicos, políticos y sociales, hace énfasis en uno que podría haberse dado y del que apenas se ha hablado a pesar de la capital importancia que tiene. Ahí dejo el extracto del tema, para dar que pensar...
Y aún resta otro escándalo, probablemente el más grave, que quizá por la resonancia del 'caso Gürtel' no ha tenido el eco que merece. Se trata del chivatazo al dueño o encargado del bar Faisán, en Irún, para que se pusiera a salvo de una operación policial. Eran los tiempos de la negociación con ETA, de sus hombres de paz, de la vergonzosa excarcelación de De Juana Chaos y del polvo del camino en las togas de los curiales. Sólo en ese marco cabe entender lo ocurrido.
Al impedir la detención de quien se dedicaba al cobro del llamado impuesto revolucionario se cometió un delito de colaboración con el terrorismo, agravado además por la condición del soplón. Un policía prestó su teléfono móvil al etarra para que oyera el mensaje de una de las pocas personas conocedoras de la inminente operación. Ahora, después de tres años, nos enteramos de que el Ministerio del Interior ha sido incapaz de identificar tanto a los autores directos como a los indirectos de este delito de lesa patria. Todo resultó más fácil con los teléfonos de los terroristas del 11-M. Éste es el último gran escándalo. Por ahora.
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