Muy buenas.
‘Doce monos’ es una de mis películas favoritas y, dentro de mi absoluta ignorancia en lo que a cine respecta, diría que es una gran película. Aunque el cine, como cualquier otro arte, está sujeto a interpretaciones y lo que gusta a unos puede resultar infumable para otros.
Y hay otras cosas aparte del arte que también están sujetas a interpretaciones, y nuestra Constitución (desgraciadamente, quizás demasiado ambigua) es una de ellas; por tanto, de ahí que se creara la figura del Tribunal Constitucional para hacer una correcta interpretación de lo que se ha dado en llamar el espíritu de la Constitución. Tribunal que, por cierto, ya ha cometido sonadas cagadas por el sesgo político de sus miembros (recordemos la Ley de Violencia de Género). Esperemos que en un tema tan crítico como la futura configuración de España no se dejen llevar por sus veleidades políticas y sean un poco (sólo un poco, por una vez) responsables en lo que ha de votarse, aunque los del P (ex-PSOE) se queden con el culo al aire (empezando por su inepto y traidor secretario general).
Estos días, doce periódicos catalanes decidieron publicar un editorial conjunto titulado ‘La dignidad de Cataluña’ (que se puede leer aquí) al dictado de las castas políticas catalanas (el clientelismo es lo que tiene, que no te puedes negar a lo que te dicte la mano que te da de comer). Es curioso que, con tanto que se les llena la boca de pluralismo, sean los propios periódicos catalanes los que cancelen dicho pluralismo alineándose sin fisuras contra un principio básico del juego democrático: la Constitución existe para que los ciudadanos no aprueben en referéndum cualquier cosa; esta limitación constituye la principal garantía de la democracia.
Un editorial con el que, obviamente, se ha intentado presionar al TC en lo referente a la esperada sentencia acerca del Estatut, una Constitución paralela que desde el propio (des)Gobierno de la nación se empeñan en tildar de plenamente constitucional para no dejar con el culo al aire al pusilánime, incompetente, mentiroso, cínico, traidor e inepto gañán que nos (des)gobierna… ¡mantenella y no enmendalla! Ahí tenemos al inefable Alonso repitiendo por activa y por pasiva que los socialistas siempre han defendido la plena constitucionalidad del dichoso Estatut (y claro, también culpar al PP del clima de crispación actual en torno al mismo; parece olvidar que no sólo el PP, sino también el Defensor del Pueblo recurrió el Estatut). Está por saber si después de que pase todo este embrollo por fin desde el P (ex-PSOE) se dignen a pedir perdón por todo el daño causado.
Desde La Moncloa, el inepto gañán se ha limitado a manifestar su respeto por el editorial conjunto, un editorial que ya era conocido en Moncloa antes de su publicación, y sobre el que hubo órdenes de transmitir su absoluta comprensión hacia su contenido.
Y además de la comprensión desde el (des)Gobierno y las filas socialistas, también ha recibido el agradecimiento del charnego Montilla, aquél que quiere ser más papista que el Papa, o más catalán que los catalanes, o más radical nacionalista que los propios nacionalistas radicales.
Y también Carod-Rovira se ha congratulado de semejante ‘editorial preventiva’, como él mismo la tildó, mientras en uno más de sus infinitos desbarres reclamó que se tipifique como delito la reacción “fascista y racista” contra el editorial (sic). Vino a hablar de fascista quien ve la paja en el ojo ajeno pero no la viga en el propio, quien piensa que quemar la bandera de la nación y fotos del Jefe del Estado no es más que una forma de expresar un sentimiento; según este ruin y despreciable personaje, esto no es delito, pero no estar de acuerdo con las mentiras escritas en la soflama editorial sí lo es, y quien así piense es un facha. Y vino a hablar de racista el que ve por doquier una “distinción catalana” y una especie de halo de superioridad frente al resto de España, a la vez que se abraza de nuevo al victimismo más ramplón para defender sus indefendibles posturas. Y para terminar con su arenga, vuelve a amenazar con el ‘adiós a España’ de siempre, cuando él mismo sabe que Cataluña no sobreviviría sin España (y si no, que se acuerde de la que montó con el tema del cava).
Otros dirigentes de la caterva independentista catalana también se han expresado al respecto: Ernest Benach ha vuelto a hablar de una marcha preventiva por el Estatut (¿otro intento de presión?), mientras que el charnego Montilla ha manifestado que defenderá el Estatut hasta las últimas consecuencias. ¿Una amenaza de no acatar la sentencia? ¿Quizás un grito de ‘a las barricadas’? No lo creo, el radical del PSC no tiene tantos huevos, lo que quiere es aparecer en la foto y no perder la poltrona.
Pero, lógicamente, no todo han sido loas a la uniformidad editorial: la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) ha criticado el editorial conjunto por convertir a los medios en agentes de la política.
Y no es de extrañar la crítica, porque además es que lo que se escribe en el editorial es totalmente absurdo, mentiroso, amenazador y malintencionado (aquí una disección de muchos de esos disparates), intentando hacer creer se defiende es el espíritu de la Transición cuando la realidad es justamente la opuesta.
Y es que si los políticos catalanes (que no sus ciudadanos, que está más que claro que en su mayoría no coinciden con las preocupaciones de sus políticos) quieren que su comunidad se titule nación, si quieren tener derechos y deberes distintos a los del resto de españoles, quieren tener un Poder Judicial propio, quieren que la Generalitat mantenga con el Estado una relación bilateral y quieren que ésta desarrolle su propia política internacional, sólo por citar algunos ejemplos contemplados en el Estatut, están en su derecho. Pero para ello hay una forma, que es modificar previamente la Constitución, una Constitución más o menos acertada, con la que muchos no estamos plenamente de acuerdo, pero que fue un pacto que ahora los nacionalistas están tratando de romper.
Y es que si todo este desvarío no es tumbado por el Tribunal Constitucional, quizás lo más sensato entonces debería ser modificar la Constitución para, al menos, que no haya lugar a dudas respecto a la deriva federal o confederal que tomarían los acontecimientos.
Todo esto, claro, gracias al aval del inepto gañán para con sus amigotes independentistas, amén.