Columna de Carlos Rodríguez en ‘Estrella Digital’:
Con frase de inequívocas resonancias, un prestigioso intelectual expresaba en la semana que termina su opinión de que el presidente Rodríguez Zapatero se acerca "al final de la escapada". Otros siguen creyendo que aún puede, si la Corona le mantiene el respaldo, intentar la fórmula de un Gobierno de amplia coalición que le permitiera ganar tiempo y posponer la convocatoria de elecciones generales. En esa línea, la revista política Mas acaba de hacer el curioso experimento de pedir a cada uno, de un grupo de muy variados habituales comentaristas políticos, su personal lista para el Gobierno que saliera de ese eventual "pacto de Estado" del que tanto y con tanta frivolidad -quizá porque frívola sea la propuesta misma- se habla en los últimos días, dentro y fuera de los cenáculos de la capital.
Lo cierto es que la salida razonable a la actual situación, que sería naturalmente la convocatoria inmediata de elecciones, se dificulta porque las encuestas, por vez primera desde el 2004, emiten señales de que el PP se acerca progresivamente a la posición de probable ganador de las elecciones generales obligadas para el 2012 y que el sentido común y la decencia política aconsejarían adelantar a fecha más cercana, lo antes posible, sobre todo para afrontar las realidades de una crisis económica que puede llevarse por delante demasiadas cosas y afectar seria y duraderamente a aspectos sustanciales de nuestra convivencia política, tan ejemplar desde el inicio de la transición hasta el 2004 y tan dañada desde que, en ese año fatídico, el terrorismo islámico consiguió influir decisivamente en la realidad política española.
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Es cierto que, con Rodríguez Zapatero en la Moncloa, el Gobierno de España ha caído a mínimos históricos, dentro de la etapa democrática, de prestigio, credibilidad y eficacia. Pero todo esto, con ser muy grave, no es lo más importante y ni siquiera lo que define la situación actual de nuestro país, políticamente roto, socialmente fracturado y económicamente al borde mismo de la bancarrota. No es una cuestión de derechas o izquierdas, ni siquiera de populares o socialistas. Es el convencimiento generalizado de que con el actual Gobierno, no por socialista ni mucho menos, que al fin y al cabo es un planteamiento ideológico tan legítimo como cualquiera otro, sino por quien lo encabeza, no hay un horizonte medianamente esperanzador. El caso es que España, en apenas seis años, ha dejado de ser el país cuya limpia transición democrática asombró al mundo, para volver a aquella fatal condición de país invertebrado que tan genialmente describió y explicó el genio de Ortega, nada menos que allá por 1921, en su obra magistral, inolvidable y extrañamente tan actual.
El problema más hondo de la hora actual de España no es, con ser importante y grave para la vida diaria de los ciudadanos, la ya constatada falta de capacidad del actual Gobierno para reconducir la crítica situación de la economía, sino que Rodríguez Zapatero, con sus extrañas actuaciones, divide al país, y por tanto, debilita seriamente las capacidades colectivas. En estas pésimas circunstancias, la original idea de la revista Mas de pedirnos, a un panel de periodistas, nuestras particulares propuestas para un eventual Gobierno de amplia coalición que pudiera corregir el rumbo e iniciar la recuperación de la economía y de la cohesión social en España es provocadora, pero quizá oportuna. Es obvio que, mientras unas elecciones generales no digan otra cosa, corresponde la Presidencia al PSOE, pero también es verdad que el partido tan desafortunadamente hoy en manos de Rodríguez Zapatero tendría, para tan importante responsabilidad, al menos tres muy valiosas opciones en las personas de Joaquín Almunia, Josep Borrell y Javier Solana, políticos socialistas todos ellos de muy alta y cualificada formación, probado sentido de Estado y demostrada honradez.
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