viernes, 9 de abril de 2010

La distribución de renta en la España de ZP

Artículo de Roberto Centeno en ‘Cotizalia’:

Uno de los hechos más intrínsicamente perversos, dentro del desastre económico, intelectual y social que Zapatero representa, es la patraña sobre la fortaleza de su política social, desmentida día a día por el incremento imparable de la desigualdad entre los españoles. El tema es ya tan extremo que la cruda realidad de cientos de miles de familias nos devuelve a las páginas más oscuras de nuestra historia, con 1,6 millones de parados  tirados en la cuneta, sin prestación ni subvención alguna; con los comedores de Caritas desbordados e incapaces de atender ya a todos los necesitados; con miles de personas buscando cada noche comida en los cubos de la basura de los supermercados, o con situaciones como la que acaba de ocurrir en Alicante, donde se ha hecho un llamamiento para encontrar familias de acogida para 150 niños, a los que sus padres no pueden dar de comer.

 

Aparte de su sectarismo e incompetencia, este océano de injusticia en el reparto de la renta y la riqueza creadas, es la gran seña de identidad del socialismo español. Desde su distribución funcional -donde la “política social” de Zapatero ha dado un vuelco a la distribución primaria de la renta a favor del capital y en contra de los salarios- a la distribución personal -donde la “política de igualdad” de Zapatero ha conducido a que  en la época de las vacas gordas un 60% de las familias perdiera renta real-, o a la  distribución territorial -donde la “política de solidaridad” de Zapatero ha conducido a que las diferencias de renta entre las regiones se hayan incrementado en lugar de disminuir.

 

La distribución funcional: el desplome de las rentas del trabajo

 

La distribución funcional de la renta expresa la forma en que ésta se reparte entre el trabajo y el capital. A principios de los años 70, como consecuencia del espectacular crecimiento de  los años 60 y la creación de una poderosa clase media por el régimen del general Franco, la parte del trabajo en el PIB, según un estudio de la Comisión Europea, ascendía al 64% del total o al 67,9% sin impuestos indirectos, una situación que se hundiría rápidamente con el primer gobierno socialista a partir de 1982,  iniciándose un sesgo sin precedentes a favor de los beneficios empresariales.

 

Este fenómeno no ha sido exclusivo de España, pero sí ha sido aquí, bajo los gobiernos socialistas, donde la pérdida de riqueza relativa al PIB de los asalariados ha sido más acusada. Durante su primer gobierno, en la España del pelotazo según expresión de un ministro de Economía de la época, ésta se desplomaría hasta el 48,7% en 1996, cuando el ínclito Solbes dejó casi quebrado el país por primera vez. Durante el gobierno de Aznar la cifra se recuperaría algo, hasta  el 50,1% en 1999.

 

Finalmente, en la España de Zapatero, la parte de los salarios en el PIB se hundiría de nuevo hasta el 46,6% en el primer trimestre 2008. A día de hoy la cifra es ya inferior al 46% porque, según el INE, las rentas salariales han crecido menos que las del capital desde esa fecha hasta el tercer trimestre 2009. ¿Y por qué el INE no deja de ocultar la realidad y en vez de porcentajes que no dicen nada, publica las cifras absolutas? En todo caso, se trata de la cifra más baja de participación de los salarios en la renta nacional desde que existen series estadísticas, y la más baja de toda la UE, donde la media se sitúa en el 53%, mientras los vendidos de UGT y CCOO no dicen ni pío.

 

La pérdida de participación de los salarios es más grave aún si tenemos en cuenta que, además, Zapatero ha situado a España en el primer puesto de la UE en cuanto a desigualdades salariales, con un 60% de la población activa mileurista, y donde la presión fiscal sobre las rentas salariales es ya cuatro puntos superior a la media de la UE, mientras las grandes fortunas siguen exentas.

 

La distribución personal: el crecimiento imparable de la desigualdad

 

La distribución personal es la forma en la que las rentas de mercado y las transferencias se distribuyen entre la población. El primer indicador del grado de desequilibrio lo constituye el índice de Gini, que mide la concentración de riqueza, cuyo valor oscila entre cero y uno. Cuanto más bajo es el valor, más equitativa es la distribución, y viceversa. Cuando Zapatero llegó al poder el valor de éste índice era de 0,307 y, en lugar de reducirse, ha crecido hasta 0,325 en 2008, lo que supone un empeoramiento del 5,86% en sus cinco primeros años de gobierno, una cifra enorme, y un 9% peor que la media europea, por no hablar de países como Dinamarca o Suecia cuyo índice es de 0,225.

 

Otra de los indicadores es la curva de Lorenz, una forma gráfica de mostrar la distribución, dividiendo la población y la renta en décimas partes, decilas en lenguaje estadístico, y teniendo en cuenta el  porcentaje de la renta total que recibe cada una, desde el 10% mas pobre al 10% más rico. Los resultados son sobrecogedores. Entre 2003 y 2007, los años de las vacas gordas, las seis primeras decilas, el 60% de la población, había perdido renta real y, de las cuatro siguientes, la que más gana es la del 10% más rico de la población, que se apropia ya de más del 31% de la riqueza. Pero si la concentración la medimos sobre la riqueza financiera, el resultado es espectacular: el 10% más rico de la población se apropia del 70% de la riqueza. No en vano en estos años, España encabezaba el ranking mundial en incremento del número de millonarios. 

 

Pero además si con las cifras 2007 calculamos lo que los economistas denominan “ratio de desigualdad”, que mide la relación la relación de la renta que está en manos del 20% de las familias más ricas y lo que está en manos  del 20% más pobre, este ratio había pasado de 5,1 veces en 2004 a 5,4 veces en 2.007,  frente a una media de 4,8 para la UE-15, y de 4,2 para los  países centrales, es decir el “ratio de desigualdad” en la España de Zapatero es un 12,5% más alto que la media de la UE-15 y un 28,6% superior que la media de los países centrales hacia los que supuestamente pretendemos converger, lo que representa una diferencia de desigualdad tremenda. Y lo que es peor: mientras este ratio se ha elevado en España, se ha reducido en Europa.

 

La distribución territorial: la vuelta de las dos Españas

 

Uno de los mitos más extendidos entre los políticos de uno y otro signo es que el Estado de las Autonomías ha reducido las diferencias de renta “per cápita” entre las regiones españolas. Así lo expondría Zapatero hace unos meses en el debate del Estado de la Nación. Nada más lejos de la realidad. La desigualdad territorial se mide con el número de CCAA cuya renta “per capita” supera la media nacional y con las que tiene una renta un 90% inferior a la media. En 1975, cuando aún no existían autonomías había 11 regiones o CCAA que superaban la media  nacional y hoy, 33 años después, éstas se han reducido a ocho; mientras que el número de CCAA con renta  inferior al 90% de la media ha pasado de solo seis en 1975 a ocho en 2008.

 

Y la desigualdad está empeorando con la crisis. Mientras Navarra y País Vasco, gracias a un régimen fiscal demencial, que les permite pagar ocho veces menos de lo que les corresponde han salido de la crisis, Andalucía, Extremadura, Canarias -que votó a favor de blindar el expolio vasco-, Aragón, y otras, siguen cayendo al -4% oficial, y Cataluña, donde la incompetencia, el despilfarro y la persecución lingüística, han batido todos los “records”, ostenta el farolillo rojo con una caída del -4,7% oficial. Es decir, el modelo autonómico no sólo es que sea económicamente inviable  e intrínsicamente corrupto, es que además ha empeorado significativamente la distribución de la renta entre las regiones, que no están convergiendo sino divergiendo: es la vuelta de las dos Españas.

 

Todo lo expuesto no son juicios de valor, son hechos cuantificables, que por cierto demuestran la falsedad de que el socialismo sea el reparto igualitario de la miseria. En el socialismo español de reparto igualitario nada, con Zapatero los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, junto con una casta política parasitaria, que sigue despilfarrando como si no hubiera crisis  expoliándonos  sin contemplaciones.

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