Buenísima columna de Aurora Pavón en ‘República.com’. No puedo por menos que reproducirla aquí:
Este aparatoso final de Zapatero, el bambi de la ceja, el talante, la sonrisa y la “baraka” de las siglas ZP estaba escrito en el libro del sentido común y la lógica política desde hace mucho tiempo, aunque las vacas gordas de la economía –hoy bien flacas- y los errores del aznarismo y de la derecha conspiradora del 11-M hayan retrasado el final de esta representación que empezó como una comedia boba de amor y lujo –con los banqueros y los empresarios del IBEX tocándole las palmas en la Moncloa- y que termina en un drama singular porque el final de la impostura y la inútil escapada tarde o temprano tendría que llegar. Pero todavía nos queda el estrambote, el último suspiro del protagonista que no está como parece atado al mástil de su bergantín como un Ulises que no quiere escuchar los dulces cantos de las tentadoras sirenas que le dicen ¡lárgate! sino que como el audaz capitán Sparrow sigue al mando de “la perla negra” empeñado en estrellarla contra los arrecifes llevando al desastre toda la tripulación.
Ahora cuando ya no es nadie –hace tiempo que dejó de serlo cuando negó la crisis económica y en el horizonte se adivinó el tsunami de la política y la economía española- Zapatero sigue empeñado en negar la realidad y se resiste a abandonar el poder aunque trasladó su despacho presidencial al campamento que sus hijas, las góticas, han montado en los jardines de la Moncloa para imitar a los acampados de la Puerta del Sol, de los que ayer se mofaron –demasiado pronto- los militantes del PP que aclamaban a un Rajoy exultante que saludaba desde el balcón popular de la calle Génova con una sonrisa beatífica y mefistofélica como diciendo a los propios y a los extraños: ahora os vais a enterar como las gasta el hombre tranquilo de Pontevedra.
Desde sus respectivos mausoleos Felipe González y José María Aznar, los convidados de piedra en el magro festín de la política española, habrán esbozado una unánime sonrisa porque ambos lo veían venir. González en privado trataba a Zapatero como a un idiota con una imparable capacidad destructiva y sin el menor sentido del Estado –que él llevó hasta el límite de los GAL-; y Aznar pensará que, aunque tarde, el de Pontevedra lavará sus pecados y hará más llevadera su aparatosa salida de la política.
Era de esperar. El malabarista de los mil platos bailando al unísono sobre las cimbreantes varas de bambú traídas de China no podría resistir mucho tiempo con su simulación y al final la vajilla, plato a plato y siguiendo el símil de las fichas del dominó, cayó y se rompió con estruendo en el suelo español y, colorín colorado el cuento del Bambi se ha acabado. Y en la UE y en los Estados Unidos, Obama, Merkel y Sarkozy se harán cruces y dirán –como habrán dicho o pensado todos sobre Strauss-Kahn- “alabado sea el Señor, de menudo loco nos hemos librado”. Dicen que Van Rompuy en los salones privados del Consejo de Ministros de la UE le llamaba el lunático, especialmente desde que la señora Pajín anunció su fama planetaria con motivo de la presidencia española de la UE –primer semestre de 2010-, en la que casi se anuncia la quiebra de la deuda del Reino de España. Y aún se frotan los ojos y los oídos los primeros dirigentes de Europa y América al ver y escuchar decir a Zapatero, en la noche trágica del PSOE, que todavía tiene ganas de seguir un año más a ver si termina de imponer las reformas de la economía española, como si los resultados del 22-M no fueran con él.
Estamos ante un zombie que camina solo extendiendo los brazos hacia el infinito y que ha dejado a su paso un inmenso camposanto donde yacen sus mejores aliados, convertidos en víctimas de su inagotable capacidad para destruir. Ha dejado hechos unos zorros al PSOE, los sindicatos, a Garzón, al Grupo Prisa, a los de La Sexta, a Pedro J. –que echa la culpa de todo a Rubalcaba, su obsesión-, al PSC, a Chaves, Barreda, Montilla, Maragall, Revilla, Gómez, Griñán, Pepiño, Caldera, y demás artistas de su camarilla de la que todavía pretende sacar petróleo con el nombramiento de Chacón, su favorita, al frente del PSOE. El caballo de Atila era un delicado corcel, como los de la escuela de equitación de Viena, al lado de este trotón que galopa ciego de entusiasmo y ebrio del poder que ya no tiene por más que no lo quiera reconocer.
Y luego se quejan algunos de los santos inocentes de la Puerta del Sol que dicen que la democracia no funciona. Pero ¿qué más tiene que pasar en este país para que Zapatero dimita de todo y se vaya con viento fresco a León?
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